La libertad sexual estropeada


Cuando se habla de la libertad sexual se suele pensar que nos referimos a esas personas que han abandonado todas sus creencias, tradiciones y prejuicios sobre el sexo y se han entregado a una actividad sexual desenfrenada; esta idea está muy relacionado con la forma en que solemos imaginar la vida sexual de las comunidades hippies en USA durante la década de los 60´s del S. pasado.

Y efectivamente, aunque el concepto de libertad sexual es parte de la llamada revolución sexual de ese período, no necesariamente se refiere a adoptar una vida sexual abierta e indiscriminada, aunque algunas personas así lo hicieran.

El valor de esta propuesta reside en haber trasladado la responsabilidad de las decisiones en el terreno sexual que hasta ese momento detentaban la sociedad y la familia, al individuo; de ahora en adelante serían las personas haciendo uso de su libre albedrío, quienes deberían decidir acerca de su sexualidad y de las características de su actividad sexual en el terreno de la orientación sexual, el tipo de prácticas sexuales, el matrimonio, la estructura de la familia, los roles y estereotipos de género, etc.

Ahora que mujeres y hombres son libres para decidir sobre su comportamiento sexual, deberían ser responsables por sí mismos para enfrentar y resolver sobre una serie de interrogantes sobre su vida sexual que tienen que ver al menos con: cuando, donde, con quién, cómo, porqué y para qué.

Todo lo que antes era resuelto por el grupo e impuesto sobre la persona, ahora constituye un derecho individual; sin embargo, nuestra sociedad no ha sido suficientemente sensible para identificar el impacto que esta nueva manera de entender la actividad sexual ha tenido en las y los jóvenes de hoy.

Es cierto que, por un lado, nos liberamos imposiciones que ya no soportábamos más, pero por el otro existe una clara evidencia de que no hemos aprendido a responder adecuadamente a la toma de decisiones que derivan de esta nueva realidad.

¿Qué se necesita para tomar buenas decisiones? Información y orientación de forma específica y concreta en materia sexual, sí básico; y ¿qué más?

Un sistema de creencias y valores sobre el individuo, el mundo, y las demás personas que son necesarios para que cada quien pueda entender el alcance de sus necesidades y expectativas en algún momento de su vida, permitiéndoles tomar decisiones significativas y congruentes con su forma de ser.

De lo contrario, es muy difícil ordenar de manera autónoma el comportamiento sexual cuyos núcleos tienen que ver fundamentalmente con quien soy, cómo me siento y qué quiero.