Disfunciones Sexuales


El término de disfunción sexual abarca cualquier problema que se produzca en alguna de las etapas de placer del acto sexual (deseo, excitación, orgasmo y resolución) que impida que uno o los dos miembros de la pareja disfruten en plenitud del mismo y pueden producirse por causas físicas, psicológicas o de ambos tipos.

Es aún muy común que cuando el hombre presenta una disfunción sexual (dificultades para mantener la erección, eyaculación rápida durante el coito, pérdida del deseo sexual o eyaculación retardada entre otras), se busque ayuda profesional con un médico.

La gran mayoría de médicos hoy día conocen la etiología, la sintomatología y el tratamiento de las disfunciones sexuales orgánicas.

Hay que decir que los casos de disfunción sexual con una etiología orgánica son la gran minoría, y seguramente estos médicos estén recibiendo pacientes que no requieren un tratamiento médico.

Desde la primera consulta, cuando el médico, descarta daño orgánico en primera instancia, constatando la integridad física del pene y los testículos del paciente y habiendo obtenido respuestas afirmativas a: a) erecciones matutinas, b) masturbación y c) deseo sexual, se podría sugerir desde ese momento, la interconsulta psicológica y no siempre se hace.

A continuación, se mandan análisis clínicos (sangre, hormonas, próstata) que permitirán descartar con seguridad cualquier etiología orgánica. Generalmente aún cuando los resultados de los análisis muestran parámetros normales, se pasa a recetar erróneamente un tratamiento fármacológico (sildenafil o taladafilo) que funcionara como placebo mientras no se trate la causa psicológica que seguramente ha provocado la disfunción.

Cuando el paciente regresa porque: “…las pastillas funcionaron al principio Dr. pero después ya no…”, se opta por referirlo a otro médico; ese otro médico, si sólo atiende al paciente basándose en la referencia clínica anterior (“tratamiento farmacológico ineficaz”), puede terminar por orientar imprudentemente el tratamiento en una dirección (psico-fármacos o cirugía) que complicará innecesariamente el problema inicial.

Es muy frecuente que una disfunción sexual sea solamente el síntoma de una problemática que deriva de alguna característica de la personalidad y /o de la relación de pareja, que adquieren relevancia en función del contexto social inmediato; por lo tanto, su resolución requiere de un tratamiento psicoterapéutico especializado que identifique y resuelva la afectación psicológica que dio origen y mantiene la disfunción.

La aparición de una disfunción eréctil (DE) o eyaculación precoz (EP) en cualquier momento de la vida de un hombre trae aparejada una serie de consecuencias que en primer lugar impactan sobre su autoestima haciéndole perder la seguridad en sí mismo.

La inseguridad lo lleva a que, -poco a poco-, evite cualquier tipo de acercamiento íntimo (caricias, besos, etc.) con su pareja por el temor a enfrentar cualquier mínima demanda de tipo sexual.

Sus pensamientos relacionados con el problema se incrementan en busca de una causa o una solución y descuida otras áreas importantes de la vida social, de pareja y familiar.

Con el paso del tiempo su dificultad sexual inicial se ve reforzada por la ansiedad que trata de controlar con alcohol o fármacos sin resultados, para así quedar atrapado en un círculo vicioso.

La serie inicial de intentos fallidos para lograr la erección del pene o controlar la eyaculación van complicando la experiencia sexual y un problema lleva a otro.

Por ejemplo, cuando se tienen dificultades para mantener la erección durante el coito empezamos a eyacular más rápido haciendo que el encuentro sexual se vuelva muy incómodo, después todo se mezcla y no sabemos decir cuál fue el problema inicial.

De la misma manera cuando tenemos problemas de eyaculación rápida, esta se puede complicar al empezar a tener problemas para lograr la erección sintiendo que ambas experiencias son una sola.

Como si eso fuera poco, cualquiera de las situaciones anteriores, termina por afectar nuestro apetito sexual y el deseo empieza a disminuir con resultados imprevisibles.

Todo esto sin contar el creciente alejamiento que involuntariamente vamos provocando en la relación de pareja.

Generalmente no es el problema en sí mismo el que nos hace buscar ayuda profesional porque nos podemos acostumbrar a no tener relaciones sexuales (recordemos que la única necesidad humana cuya insatisfacción no mata es la actividad sexual), especialmente si creemos tener una justificación mayor: no sé qué me pasa, no puedo.

Es muy frecuente que sea la pareja quien nos hace darnos cuenta de que nuestra actitud de dejar pasar las cosas, pone en riesgo la relación.

Para nuestra pareja no es fácil entender que si existe un problema sexual no hagamos lo posible por resolverlo.

Nuestra resistencia para acudir con un especialista solo puede interpretarse como una muestra de la pérdida de interés para la pareja y eso lleva en muchos casos a la disolución de la relación aunque exista un vínculo afectivo rescatable.


Cuando escuchamos que una mujer presenta dificultades para llegar al orgasmo podemos suponer que el hombre con quien tiene relaciones sexuales presenta eyaculación precoz. ¿Por? Falta de coordinación, él es más rápido que ella. Además, si agregamos una estimulación inadecuada e insuficiente producto de una cultura poco expresiva en esta materia, tenemos todos los ingredientes para obtener una combinación disfuncional muy efectiva y duradera.

El binomio anorgasmia -eyaculación precoz generalmente surge tempranamente y acompaña la relación de pareja desde el inicio de la vida sexual activa; este es uno de los motivos, -especialmente en parejas que tienen poco a nula experiencia sexual-, por los que tiende a permanecer durante largo tiempo ya que ellos no lo identifican como una disfunción o un problema sino que lo aceptan como algo que así es.

El problema se presenta cuando el hombre, la mujer o ambos se dan cuenta que sus relaciones sexuales padecen de una falta sistemática de satisfacción sexual y deciden encarar la situación. Generalmente ella se queja de que él no le da tiempo de lograr el orgasmo porque eyacula muy rápido y nunca se plantea la posibilidad de que ella sea muy lenta (situación que ocurre en algunos casos). Sin embargo en la mayoría de veces, él acepta que esas eyaculaciones rápidas se han convertido en poco satisfactorias para si mismo y se da cuenta que no ayudan a que la mujer obtenga un orgasmo.

En la consulta sexológica y después de que la pareja plantea el problema, es necesario aclarar que no se trata solamente de que el hombre aprenda a “aguantar” sin eyacular cierto número arbitrario de minutos o que ella responda más rápido a los estímulos sexuales efectivos; en realidad estamos hablando de mucho más, es una experiencia subjetiva compartida entre dos personas adultas que quieren aprender a modificar su interacción en la intimidad con el objetivo de mejorar su desempeño sexual.

El diagnóstico diferencial sobre este tipo de problemática nos muestra que la disfunción puede ser global o situacional (si se da en todos los casos o solo en algunos); primaria o secundaria (si ha sido así toda la vida o surgió en algún momento). En la gran mayoría de los casos, el manejo terapéutico de esta problemática requiere que ambas personas asistan a la terapia y no solo el hombre ya que a pesar de que él aparece como el responsable directo de la situación, su mejoría no nos asegura que el problema de ambos se resuelva. La Terapia Psicosexual se ha demostrado como el recurso más efectivo para tratar este tipo de disfunciones, que si bien no nos impiden tener una vida sexual activa, si afectan su calidad y a la larga termina por distanciar afectivamente a la pareja.

La disfunción psicosexual masculina menos estudiada.
La eyaculación retardada se difine como la dificultad o imposibilidad para eyacular al interior de la vagina cuando existen todas las condiciones que se requieren para llegar a ella: estimulación sexual adecuada, erección y el deseo de llegar al orgasmo.

Aunque la eyaculación y el orgasmo son dos fenómenos distintos, parece ser que los hombres con eyaculación retardada, a pesar de no poder eyacular tampoco alcanzan el orgasmo como producto de la fricción pene vagina, pudiendo lograr la eyaculación con orgasmo solamente a través de la masturbación que, según el caso, puede darse sin la presencia de la pareja, en presencia de la pareja y con ayuda de la pareja.

Aun cuando existe poca literatura científica sobre este tema, recientemente algunos profesionales han sugerido que esta disfunción podría estar relacionada menos con la fase orgásmica como se había supuesto anteriormente y más con la fase del deseo y la excitación. Bajo esta perspectiva, la dificultad básica sería que no logran sus prolongadas erecciones como producto del deseo y el placer, sino de forma refleja (mecánica), con el objetivo principal de “cumplir” con su pareja, lo que dificultaría sobremanera llegar al clímax.

La prioridad del factor psicológico es muy clara en el mantenimiento de este tipo de disfunción ya que no está comprometida la eyaculación en sí misma (la cuál se logra a través de la masturbación), sino solamente a la eyaculación dentro de la vagina.

¡Consúltame!